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Los bomberos son un icono de la sociedad civil, son prueba de que pueden asistir a los que más necesitan sin reconocimiento público. Los tratas como si fuera tu familia la afectada, obviamente quieres hacer el mejor trabajo posible. A veces los afectados te dan las gracias cuando vas partiendo y sientes que aportaste apenas un grano de arroz en la tremenda crisis que están viviendo. Pero eso es todo lo que necesita un voluntario para seguir motivado.
Lo que más me gustaba, por lejos, era la guardia nocturna. Es sacrificado porque tienes que pasar semanas enteras durmiendo en el cuartel de la compañía, pero la adrenalina cuando “caen los timbres” debe ser como lo que siente un surfista en un tubo gigante. El enfrentar un nuevo desafío a cada llamado y aprender a trabajar en equipo para vencer los más difíciles obstáculos es algo que no se aprende en ningún otro lugar. Lo pasas muy bien, aprendes a valorar lo que tienes y creces como persona.
Como bombero sabes que el día de mañana puedes ser tú mismo el afectado y que un grupo de bomberos anónimos te va a ayudar, va a dejarlo todo por hacer el mejor trabajo posible, luego guardar sus equipos y partir en silencio, agotados pero orgullosos.
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